Ciudad de México, 16 de octubre (SinEmbargo). En la penumbra de un escándalo que sacude los cimientos de la política mexicana, el líder del Partido Acción Nacional (PAN), Marko Cortés Mendoza, ha puesto en el centro del debate a Felipe Calderón, el expresidente que, aunque originario de las filas blanquiazules, ahora enfrenta cuestionamientos sobre su legado y la sombra de su exsecretario de Seguridad, Genaro García Luna.
Mientras se espera la sentencia de García Luna en un tribunal de Estados Unidos, donde ha sido hallado culpable de cinco delitos graves relacionados con el narcotráfico, la figura de Calderón resuena con ecos de responsabilidad. “Él tendría que explicar si se enteró o, si no se enteró, ¿por qué no se enteró?”, plantea Cortés en una conferencia de prensa que podría marcar un antes y un después en la narrativa del panismo. “Al final de cuentas, el Ejecutivo federal es responsable también de su equipo de Gobierno”, añade, dejando caer sobre el expresidente la carga de un silencio que ya no se puede ignorar.
García Luna, quien alguna vez fue el arquitecto de la guerra contra el narcotráfico de Calderón, ahora se enfrenta a la posibilidad de pasar el resto de su vida en prisión. La Fiscalía federal de Brooklyn lo acusa de recibir millonarios sobornos para proteger al Cártel de Sinaloa, a quien debía combatir. En un giro irónico, este hombre, elogiado por su supuesta lucha contra las drogas, es señalado de haber facilitado el tránsito de toneladas de narcóticos entre México y Estados Unidos, mientras se aseguraba de que los narcotraficantes tuvieran la información necesaria para evadir la justicia.
A medida que se revelan los detalles del juicio, el rostro de García Luna se entrelaza con los de figuras prominentes de la política estadounidense. Imágenes de él saludando al expresidente Barack Obama y conversando con la exsecretaria de Estado, Hillary Clinton, han surgido como recordatorios de una época en que las alianzas eran más bien superficiales y la lucha contra el narcotráfico, un escenario de teatro político.
La Fiscalía argumenta que, durante su tiempo en el cargo, García Luna permitió el envío de más de un millón de kilogramos de cocaína a través de métodos cada vez más sofisticados. Los fiscales sostienen que no solo traicionó su deber, sino que también comprometió la seguridad de miles de ciudadanos tanto en México como en Estados Unidos.
Mientras el juicio se aproxima a su conclusión, la pregunta persiste: ¿qué sabía realmente Calderón sobre su mano derecha? Las respuestas que el exmandatario brinde, si es que se atreve a hablar, podrían redefinir no solo su legado, sino también el futuro del PAN en un país que clama por verdad y justicia en medio de un pasado manchado de complicidades.