El kilómetro 99 de la carretera Hermosillo-Bahía de Kino se convirtió en el escenario de la desesperación y la exigencia de justicia, donde el colectivo de Madres Buscadoras de Sonora llevó a cabo un bloqueo que resonó con el eco del dolor de Cecilia Flores, quien busca incansablemente a su hijo Marco Antonio, desaparecido en mayo de 2019. Para ella, este punto en el desierto es más que una simple ubicación: es un posible último destino de su hijo, en medio de vastos tramos de arena y matorrales que parecen guardar secretos inconfesables.
La decisión de realizar este cierre no fue fortuita. Según Cecilia, es en estas áridas tierras donde podría encontrarse la verdad sobre el paradero de Marco Antonio Sauceda Rocha. La angustia de no saber se torna insostenible, y su clamor, junto al de otras madres que comparten la misma tragedia, se siente en el aire caliente del desierto. “Si tuvieras avances, mi hijo ya hubiera sido localizado”, enfatizó con un dolor palpable al referirse a la respuesta de las autoridades.
La protesta atrajo la atención de la Vicefiscalía de Sonora y la Comisión de Búsqueda del Estado, quienes llegaron para escuchar las súplicas de las madres. “Dijeron que tienen una carpeta de investigación con avances que yo desconozco”, continuó Cecilia, quien ha invertido tiempo y esfuerzo en investigar a los posibles responsables de la desaparición de su hijo, enfrentándose a un sistema que, a su juicio, no ha hecho lo suficiente. “Si así lo hubieran hecho, mi hijo hubiera aparecido”.
Poco después de una hora de bloqueos y tensiones, se acordó levantar la protesta, pero no sin antes garantizar una reunión entre Cecilia y las autoridades en la Fiscalía del Estado. La promesa de escuchar sus demandas y avanzar en la investigación fue un respiro momentáneo, aunque Cecilia advirtió que, de no obtener respuestas satisfactorias, el bloqueo se repetiría el domingo 3 de noviembre.
“Si no hay respuestas, vamos a volver a bloquear la carretera”, afirmó, dispuesta a seguir luchando por la verdad y la justicia, no solo por su hijo, sino por todos los desaparecidos en un país donde el dolor y la búsqueda de justicia parecen ser parte de la cotidianidad. La carretera, el desierto y el eco de sus voces se convierten en un grito colectivo, una exigencia de que la esperanza no se extinga en el olvido.