San Cristóbal de Las Casas, Chiapas — Un mar de fieles se congregó este domingo en San Cristóbal de Las Casas para recordar al obispo Samuel Ruiz García en el centenario de su nacimiento y para exigir justicia por el asesinato reciente del padre Marcelo Pérez Pérez, defensor de los pueblos indígenas tsotsiles. La peregrinación, organizada por la Diócesis de San Cristóbal, reunió a miles de personas que corearon con fuerza su demanda de paz y justicia en un Chiapas lastimado por la violencia.
Desde temprano, la marcha se dividió en tres columnas que avanzaron por la ciudad, confluyendo en el parque central, donde se celebró una misa al aire libre. Al frente, con una mezcla de dolor y dignidad, marchaba Miguel Pérez Sántiz, padre del sacerdote asesinado. Con el retrato de su hijo aferrado a su pecho, Miguel expresó con voz quebrada: “Me duele mucho mi corazón. Estoy muy triste. Es mi hijo, pue”. A su lado, otros familiares y amigos del padre Marcelo compartían el duelo, visiblemente conmovidos.
El obispo de San Cristóbal, Rodrigo Aguilar Martínez, presidió la misa final y en su homilía, además de llamar a la paz, expresó un mensaje contundente: “Perdono de corazón a los asesinos materiales e intelectuales, pero es un delito que tiene que ser castigado”. Esta declaración resonó en el silencio reverente de la multitud, que apoyó con sus propias palabras de aliento y exigencia de justicia para el padre Marcelo.
Durante el recorrido, los gritos de “¡Viva el jtatik Samuel!” y “¡Justicia para el padre Marcelo!” se alzaron con fervor, junto a otras consignas en las que los peregrinos exigían la salida de los cárteles del estado y el fin de la violencia. Miguel Pérez, de 75 años, destacó la ausencia de su esposa, quien se encontraba enferma, y lamentó que la justicia por el asesinato de su hijo siga sin concretarse. Por su parte, Romeo Pérez Pérez, hermano de Marcelo, hizo un llamado urgente a las autoridades: “La justicia aún no llega”, sentenció con firmeza, esperando que su voz sea escuchada.
La figura de Samuel Ruiz, quien fue obispo en esta región y se convirtió en símbolo de la defensa de los pueblos indígenas, resonó con fuerza en las palabras y cánticos de quienes lo recordaron. Al término de la misa, el eco de esta marcha quedó grabado en las calles de San Cristóbal, como una declaración de un pueblo que clama por paz, justicia y dignidad para sus habitantes.