Incluso los observadores del conflicto en Siria se quedaron sorprendidos. En pocas semanas, el conflicto de 13 años en el país pasó de un punto muerto a un desenlace repentino con la caída del gobierno de Bashar al Assad. Apenas hace una semana, Al Assad había amenazado con “aplastar a los terroristas”.
Sin embargo, la oposición armada, liderada por Hayat Tahrir al Sham (HTS), lanzó una rápida y decisiva campaña desde su bastión en Idlib, que culminó con la derrota de las fuerzas gubernamentales. Este colapso del ejército sirio ha generado muchas preguntas, sobre todo respecto a las razones detrás de su rápido desmoronamiento. Siria, que ocupaba el sexto lugar en el mundo árabe y el 60 a nivel internacional en términos de fuerza militar según el Índice Global de Potencia de Fuego de 2024, se vio superada de forma asombrosa.
El ejército sirio, compuesto por numerosos soldados apoyados por fuerzas paramilitares y milicias, contaba con un arsenal mixto de equipo soviético en ruinas y armamento más moderno de aliados como Rusia. Según el Índice Global de Potencia de Fuego, poseía más de 1,500 tanques, 3,000 vehículos blindados, artillería y sistemas de misiles, además de cazas, helicópteros y una modesta flota naval.
A pesar de su aparente fortaleza, el ejército sirio se debilitó considerablemente. Perdió unos 300,000 soldados en los primeros años de la guerra y sufrió grandes pérdidas en su fuerza aérea debido a la guerra civil y ataques aéreos estadounidenses. Las sanciones económicas impuestas por la “Ley César” de 2019, junto con la corrupción y escasez de alimentos, empeoraron la situación.
Los bajos salarios de los soldados, equivalentes a unos $15 a $17 dólares, reflejan la grave situación. Fawaz Gerges, profesor en la Universidad de Londres, afirmó que las sanciones estadounidenses empobrecieron al pueblo sirio y a los oficiales del ejército, afectando la moral y la capacidad de combate.
El colapso se aceleró con la pérdida de apoyo militar directo de Irán, Hezbolá y Rusia. Michael Clarke, del King’s College de Londres, señaló que la enorme ayuda extranjera recibida por el gobierno de Al Assad lo hizo dependiente y descuidó su propio ejército, debilitando su entrenamiento y liderazgo.
Yezid Sayigh, del Centro Carnegie para Oriente Medio, afirmó que las políticas y prácticas de Al Assad desde 2016 socavaron los pilares del poder del régimen. Sin esperanza de ayuda externa urgente, el ejército perdió la voluntad de luchar. La unificación de las facciones armadas de la oposición y su estrategia eficaz también contribuyeron al rápido avance rebelde.
El discurso tranquilizador de los rebeldes a los civiles sobre el respeto a las creencias y las promesas de libertades religiosas ayudó a su avance. Fawaz Gerges comparó el colapso del régimen de Al Assad con el del Sha en Irán en 1979, destacando la capacidad de la oposición siria para destruir el régimen en menos de dos semanas.
En resumen, la caída del régimen de Al Assad se debió a una combinación de debilitamiento militar interno, sanciones económicas, pérdida de apoyo extranjero y una oposición eficazmente unificada y estratégica.