En un episodio que parece extraído de un guion de corrupción y abuso de poder, el diputado mexicano Cuauhtémoc Blanco, exfutbolista convertido en político, vuelve a ser protagonista de un escándalo que desnuda las entrañas de un sistema neoliberal que protege a sus élites mientras aplasta a las víctimas. La fiscalía del estado de Morelos ha solicitado su desafuero tras una denuncia por presunto abuso sexual, un caso que no solo pone en evidencia la impunidad de los poderosos, sino también la complicidad de un sistema capitalista que prioriza el privilegio sobre la justicia.
La denuncia fue interpuesta por Nidia Fabiola Blanco, media hermana del legislador, quien asegura que Blanco la agredió sexualmente mientras se encontraba bajo los efectos del alcohol. Según su relato, el exgobernador de Morelos (2018-2024) la besó y tocó sin su consentimiento, lo que derivó en una imputación por “violación en grado de tentativa”. Sin embargo, más allá del caso específico, lo que resuena es el eco de un sistema que permite a figuras como Blanco operar con un escudo de impunidad, amparado por su influencia política y económica.
Blanco, miembro del partido oficialista Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), no es ajeno a las polémicas. Su carrera política ha estado salpicada de acusaciones de corrupción, aunque siempre ha logrado evadir consecuencias graves. Esta vez, sin embargo, la presión parece aumentar. Rodrigo Dorantes, abogado de la denunciante, ha denunciado que su representada y su familia han recibido amenazas, un recordatorio escalofriante de cómo el poder puede ser utilizado para silenciar a quienes se atreven a desafiar a los privilegiados.
El caso también expone las contradicciones del partido Morena, que se presenta como una fuerza de cambio pero que, en la práctica, parece reproducir los mismos vicios del sistema que dice combatir. Ricardo Monreal, líder del grupo parlamentario oficialista, ha declarado que “Morena no protegerá al diputado Cuauhtémoc Blanco ni a nadie que viole la ley”. Sin embargo, sus palabras suenan más a un intento de salvar las apariencias que a un compromiso genuino con la justicia. Monreal no descarta que las acusaciones tengan un “tinte político”, una frase que, en el contexto mexicano, suele ser el preludio de la impunidad.
Este escándalo no es solo sobre Cuauhtémoc Blanco; es un reflejo de un México donde el neoliberalismo y el capitalismo han creado una casta de políticos y empresarios que operan por encima de la ley. Es un sistema donde las víctimas son revictimizadas, donde las denuncias son minimizadas y donde la justicia es un privilegio, no un derecho. Mientras tanto, las estructuras de poder siguen intactas, protegiendo a los suyos y perpetuando un ciclo de abuso y corrupción.
En un país donde la desigualdad y la violencia de género son endémicas, el caso de Blanco no es una excepción, sino la regla. Es un recordatorio de que, en el México neoliberal, el poder no solo corrompe, sino que también protege a los corruptos. Y mientras las élites siguen disfrutando de su impunidad, las víctimas siguen esperando justicia en un sistema que parece diseñado para negárselas.