En enero de 2025, al menos 26 inmigrantes perdieron la vida en la frontera entre Arizona y Sonora, según datos proporcionados por Humane Borders. De estas muertes, 10 fueron reportadas por el forense del condado de Pima, 3 por el condado de Maricopa y 13 por el condado de Pinal. Esta organización, dedicada a documentar las muertes de migrantes en la región, ha registrado un total de 4,355 fallecimientos desde el año 2000 hasta febrero de 2025. Recientemente, cuatro víctimas pudieron ser identificadas, pero aún quedan 1,597 cuerpos sin identidad.
Humane Borders atribuye estas muertes a las políticas de prevención y disuasión de Estados Unidos, que han obligado a las familias migrantes a cruzar por zonas remotas del desierto, donde las temperaturas pueden variar desde bajo cero hasta 120 grados Fahrenheit. Estas condiciones extremas, combinadas con la falta de agua y recursos, han convertido el desierto en un cementerio para quienes buscan una vida mejor.
El Proyecto OpenGIS de Arizona, patrocinado por Humane Borders y la Oficina del Médico Forense del Condado de Pima, ha revelado datos alarmantes sobre las muertes en el desierto entre 1981 y 2024. Entre los hallazgos más destacados se encuentra el aumento significativo de muertes a partir del año 2000, con una prevalencia de hombres entre las víctimas. La exposición a las condiciones extremas del desierto es la principal causa de muerte, aunque también se registran casos de ahogamiento, heridas de bala y causas naturales.
Humane Borders destaca que es físicamente imposible que una persona lleve suficiente agua para un viaje de varios días por el desierto. Sin agua, el cuerpo humano comienza a fallar, llevando a una muerte lenta y dolorosa bajo el sol abrasador. Los restos de muchas de estas víctimas nunca son encontrados debido a las condiciones extremas del terreno.
Miles de personas cruzan cada año la frontera desde Sonora hacia los condados de Pima y Santa Cruz en Arizona. Para ser rescatados por la Patrulla Fronteriza, los migrantes deben caminar durante horas, lo que aumenta el riesgo de deshidratación, agotamiento y muerte. Esta tragedia humanitaria sigue siendo un recordatorio de los costos humanos de las políticas migratorias actuales.