Detroit, Michigan – En una fábrica de motores a las afueras de la ciudad, un pistón de aluminio viaja en una cinta transportadora. Su recorrido parece simple, pero su historia esconde una complejidad que define la economía de Norteamérica: ha cruzado tres fronteras antes de llegar ahí. Primero, el aluminio salió de Tennessee hacia Pensilvania, donde se moldeó. Luego fue a Canadá para pulirse, después a México para ensamblarse y, finalmente, regresó a EE.UU. Este ir y venir, repetido miles de veces con distintas piezas, es la esencia del T-MEC.
Pero ahora, ese engranaje perfecto enfrenta su mayor amenaza en décadas. Donald Trump anunció aranceles del 25% para autos no fabricados en EE.UU., rompiendo con 30 años de libre comercio. La justificación: “proteger la industria estadounidense”. Sin embargo, expertos advierten un efecto dominó:
- Precios disparados: Un Chevrolet Silverado podría encarecerse $10,000.
- México en riesgo: Con 3 millones de autos exportados en 2024, la medida amenaza 1.2 millones de empleos.
- Autopartes en limbo: Aunque se salvaron temporalmente, su futuro depende de una “certificación de origen” aún no definida.
En Michigan, trabajadores celebran; en Puebla, hay temor. Mientras Trump insiste en que “EE.UU. será rico otra vez”, analistas like Forbes predicen inflación y recesión. El reloj corre: los aranceles empezarán este 2 o 3 de abril. Y aunque el pistón sigue su ruta por ahora, nada garantiza que el motor de la integración regional siga funcionando.