La Casa Blanca fue testigo de un encuentro que selló una alianza férrea entre dos líderes de posturas fuertes: Donald Trump y Nayib Bukele. El presidente salvadoreño, aclamado como el mejor aliado de Estados Unidos en América Latina, visitó el despacho oval, donde la sintonía fue evidente desde el inicio. Trump, visiblemente complacido, escuchó a Bukele hablar sobre la encarcelación de migrantes deportados, acusados de ser pandilleros. La reunión, marcada por un ambiente distendido, culminó con un gesto de aprobación de Bukele, quien agradeció el apoyo estadounidense. “Nos están ayudando. Se lo agradecemos”, afirmó Trump, rodeado de su gabinete. Bukele, con un tono desafiante, sugirió “liberar a 350 millones” de estadounidenses de la delincuencia, encarcelando a los responsables, una táctica que comparte con Trump en su lucha contra las bandas criminales. La deportación “errónea” de Kilmar Ábrego García fue otro punto de coincidencia, aunque Bukele aclaró que no tiene el poder para revertir la situación. La administración salvadoreña ha enviado a cientos de migrantes, mayormente venezolanos, a una megacárcel de alta seguridad, amparándose en una ley de 1798. Los líderes también compartieron opiniones sobre la participación de atletas transgénero en competiciones femeninas, calificándola de “violencia”. Entre bromas y elogios, Trump describió a Bukele como un “adolescente” al que conoce desde joven, mientras Bukele expresó su añoranza en redes sociales. La visita, en medio de tensiones arancelarias, subraya la importancia de El Salvador como socio estratégico para Estados Unidos, a pesar del impuesto mínimo universal del 10% que debe pagar el país centroamericano.