La Plaza Roja de Moscú volvió a ser el escenario simbólico de poder y resistencia durante el desfile militar conmemorativo del 80.º aniversario del Día de la Victoria, que celebra la derrota de la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial. Este año, la ceremonia fue más que un acto patriótico: se convirtió en un mensaje geopolítico de desafío hacia Occidente.
Vladímir Putin, presidente de Rusia, encabezó el acto acompañado por al menos dos docenas de líderes mundiales, entre ellos Xi Jinping (China), Luiz Inacio Lula da Silva (Brasil), y los mandatarios de Venezuela, Serbia, Eslovaquia, Egipto y Vietnam. Esta amplia asistencia fue interpretada por medios internacionales como una prueba del fracaso occidental por aislar al Kremlin. “La presencia de líderes mundiales demostró que los intentos de Occidente de aislar y derrotar a Rusia han fracasado”, señaló Tatiana Stanovaya, investigadora del Centro Carnegie Eurasia.
El medio estadounidense The Washington Post destacó que este desfile marca una victoria simbólica para Putin, justo cuando la relación entre Estados Unidos y Europa enfrenta tensiones internas. Además, el artículo menciona que bajo la administración de Donald Trump, Washington ofreció a Moscú concesiones significativas, como la exclusión de Ucrania de la OTAN y el reconocimiento de la anexión de Crimea.
El desfile también rinde homenaje a la memoria de los veteranos y millones de víctimas soviéticas. La Segunda Guerra Mundial dejó una huella profunda: la URSS perdió 26.6 millones de personas, incluidos 13.7 millones de civiles. Más de 1,710 ciudades y 32,000 fábricas fueron destruidas. En cada rincón de Rusia, los sobrevivientes se reúnen para recordar, con orgullo y dolor, las raíces de su nación.