La historia de las telecomunicaciones móviles es una de velocidad y evolución constante. Desde los primeros mensajes de texto en los 90 hasta el streaming en 4G y las promesas incumplidas del 5G, cada década ha traído una revolución. Pero ahora, el horizonte se pinta con un nuevo estándar: la 6G, una tecnología que promete no solo conexiones ultrarrápidas, sino la fusión del mundo físico y digital.
Según Science Business, la 6G podría alcanzar velocidades de 1 terabit por segundo (50 veces más que el 5G) con una latencia de apenas 0.1 milisegundos, lo que la haría casi instantánea. Esto abriría puertas a realidad aumentada en movilidad, vehículos autónomos coordinados en tiempo real y hasta “gemelos digitales” de ciudades y cuerpos humanos para medicina personalizada.
Pero no todo es optimismo. El despliegue requerirá miles de satélites de órbita baja (LEO) y una red ultradensa de antenas, debido a que las frecuencias altas no atraviesan obstáculos. Daniel Shaposhnikov, de Phystech Ventures, advierte: “Se necesitarán más de 200,000 satélites para cubrir la demanda, un desafío técnico y ecológico”.
Mientras tanto, China ya domina la carrera: lidera con 6,000 patentes en 6G, frente a las 4,000 de EE.UU. y las modestas 214 de la UE. El South China Morning Post destaca que Occidente, aún lidiando con el despliegue fallido del 5G, muestra escepticismo.
¿El mayor riesgo? Que la 6G repita el camino del 5G: promesas grandiosas, resultados discretos. Como señala Bloomberg, “la 5G fue sobrevendida”. Hoy, solo 30% de Europa la usa activamente. Con inversiones estimadas en $600,000 millones, la duda es clara: ¿valdrá la pena correr hacia la 6G?