“Caos en Los Ángeles: Protestas contra redadas de ICE y Guardia Nacional desatan violencia en las calles”
Los Ángeles se convirtió en un campo de batalla. Por tercer día consecutivo, miles de manifestantes se enfrentaron a la policía y a la Guardia Nacional, enviada por el presidente Donald Trump, en una escalada de violencia que dejó vehículos incendiados, gases lacrimógenos y detenciones brutales.
Los gritos de “¡Renuncien! ¡Son una vergüenza!” resonaron frente al edificio federal Edward R. Roybal, donde manifestantes, en su mayoría latinos, acusaron a los agentes de traicionar a su propia comunidad. “Son los mismos policías latinos nuestros peores enemigos”, gritó Angélica, una de las protestantes que se negó a dar su apellido.
La tensión explotó cuando el LAPD, en “alerta táctica”, derribó a mujeres que sostenían carteles de repudio. La multitud respondió incendiando al menos cinco vehículos, incluyendo autos autónomos de Waymo. Las calles Alameda y Main se convirtieron en zonas de guerra, con bloqueos, barricadas y gases lacrimógenos que dificultaban la respiración.
“Nosotros estamos defendiendo a nuestra gente”, declaró Jackie, una asistente dental, mientras esquivaba proyectiles antidisturbios. “Este es nuestro país”. Muchos manifestantes, como Micaela Magaña, recordaron el Tratado de Guadalupe-Hidalgo: “Nadie es ilegal en tierra robada”.
La alcaldesa Karen Bass intentó calmar los ánimos: “La gente tiene derecho a protestar, pero debe hacerlo pacíficamente”. Criticó duramente a Trump por enviar tropas federales: “Esto no es seguridad, es provocación”. Mientras tanto, abogados como Jaime Gutiérrez denunciaron violaciones constitucionales: “La Primera y Cuarta Enmienda están bajo ataque”.
El centro de Los Ángeles amaneció militarizado, con autopistas cerradas y estaciones de metro clausuradas. La pregunta queda en el aire: ¿Estados Unidos está viendo el inicio de una crisis política y social sin precedentes?