Tepic, Nayarit; 28 de septiembre de 2024. En lo que calificó como su último acto multitudinario como político en activo, el presidente Andrés Manuel López Obrador reunió a miles de seguidores en el abarrotado auditorio “Amado Nervo” de Tepic, un recinto con capacidad para 14 mil personas, que fue insuficiente para la multitud que acudió a despedirlo. Con la energía de un líder que se siente respaldado por su pueblo, López Obrador aprovechó la ocasión para reflexionar sobre su legado y hacer un llamado a seguir luchando por los ideales de la Cuarta Transformación.
La expectación se palpaba en el ambiente desde mucho antes de que el mandatario subiera al estrado. El público, en su mayoría leal y fervoroso, coreaba “¡Es un honor estar con Obrador!”, mientras ondeaban banderas y pancartas en su apoyo. El gobernador de Nayarit, Miguel Ángel Navarro Quintero, y la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, lo acompañaban en el escenario, recibiendo aplausos en cada mención.
López Obrador no decepcionó. Con su característico estilo llano y directo, inició su discurso resaltando las reformas constitucionales que ha impulsado, entre ellas la judicial y la de los pueblos indígenas. Aseguró que con ellas se va a lograr que la Constitución mexicana “regrese a sus orígenes, cuando tenía como propósito el bienestar del pueblo”. Un aplauso rotundo y estruendoso se escuchó entre la multitud. Sus palabras, cargadas de esperanza y determinación, parecían reconectar con los años en los que el presidente, incansable, recorría el país en busca de apoyo popular para su movimiento.
Pero el acto no estuvo exento de momentos de tensión. En medio del discurso, un pequeño grupo de manifestantes mostró cartulinas con consignas en contra de la reforma judicial, interrumpiendo brevemente la atmósfera de celebración. El auditorio, fiel a su líder, no tardó en responder con gritos de “¡Presidente, Presidente!”. Sin perder la calma, López Obrador detuvo su mensaje por un momento y, en un gesto que recordó sus mítines de campaña, pidió a la multitud levantar la mano si apoyaban la reforma. La abrumadora mayoría lo hizo, mientras que solo unos pocos brazos tímidos se levantaron en señal de desacuerdo.
“Aprovecho para decirles a los trabajadores del Poder Judicial que no se van a perjudicar, al contrario, se van a beneficiar: que no los manipulen los corruptos”, afirmó el mandatario, buscando calmar los ánimos y retomar el control de la narrativa.
Ya cerca del cierre de su intervención, López Obrador dejó entrever una mezcla de nostalgia y satisfacción. “Me voy con mi conciencia tranquila, muy contento y muy feliz porque logramos nuestro propósito: reducir la pobreza en el tiempo que gobernamos”. El público, que parecía compartir su emoción, lo ovacionó una vez más. Pero el presidente fue claro: el éxito de su gobierno no era obra de una sola persona. “Todo esto se ha hecho con la participación de millones de mujeres y hombres”, aseguró.
El momento culminante de la tarde llegó cuando elogió a Claudia Sheinbaum, su sucesora. Con su ya habitual desdén por las élites, declaró: “No es una fifí, el pueblo de México decidió que querían a alguien que le tenga amor al pueblo”. Las palabras fueron recibidas con vítores, sellando el paso del testigo entre el presidente saliente y la presidenta electa.
Por su parte, Sheinbaum no tardó en devolver los elogios. En su breve pero emotivo discurso, afirmó que López Obrador “nos devolvió el orgullo de ser mexicanos y la dignidad de la República”. Además, aseguró a la multitud que el proyecto de la Cuarta Transformación continuará bajo su liderazgo.
El acto terminó como comenzó: entre aplausos, consignas y una atmósfera de fervor colectivo. A pesar de los desafíos y las tensiones, López Obrador dejó en claro que, aunque pronto dejará la presidencia, la lucha por los ideales de su movimiento seguirá viva en el corazón de millones.