Jerusalén, 28 de septiembre de 2024. El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, declaró este sábado que su país ha “saldado cuentas” con el líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, quien fue asesinado en un bombardeo israelí cerca de Beirut la noche anterior. Nasrallah, figura clave del movimiento islamista proiraní, fue acusado por Netanyahu de ser responsable de la muerte de numerosos israelíes y ciudadanos de otros países, incluidos cientos de estadounidenses y decenas de franceses.
En su primera declaración oficial tras la operación militar, Netanyahu subrayó que la muerte de Nasrallah es un acto de justicia por los ataques atribuidos a Hezbollah a lo largo de los años. “Hemos eliminado a uno de los mayores enemigos de Israel, alguien que sembró muerte y destrucción en nuestra región”, afirmó el primer ministro israelí, al tiempo que reiteró que su país continuará actuando contra cualquier amenaza a su seguridad.
La reacción internacional no tardó en llegar. Rusia, a través de su cancillería, condenó enérgicamente el asesinato de Nasrallah, instando a Israel a cesar sus operaciones militares en Líbano. Moscú, un aliado cercano de Irán, advirtió sobre las “consecuencias dramáticas” que podría desatar este ataque en una región ya marcada por la tensión geopolítica.
Durante una conferencia en la ONU en Nueva York, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, expresó su “profunda preocupación” por la reaparición de asesinatos políticos en la región. Lavrov sugirió que este tipo de acciones podrían estar diseñadas para provocar una escalada mayor entre Irán y Estados Unidos, desatando un conflicto a gran escala en el Medio Oriente.
Por ahora, la muerte de Nasrallah marca un punto de inflexión en las tensiones entre Israel y Hezbollah, y el futuro de la región parece incierto, con múltiples actores internacionales vigilando de cerca los próximos movimientos de ambos lados.