La carrera presidencial sigue sin cambios significativos
La contienda presidencial en Estados Unidos entre Kamala Harris y Donald Trump se mantiene extremadamente cerrada, según las últimas predicciones basadas en encuestas y mercados de apuestas. Harris, la candidata demócrata, sigue ligeramente por delante de Trump, con una probabilidad del 55% de ganar, frente al 45% del exmandatario republicano. Sin embargo, la competencia es feroz en los Estados clave, donde se determinará el resultado final.
El análisis se basa en el promedio de siete predicciones, incluyendo modelos de The Economist, FiveThirtyEight y los mercados de apuestas de Real Clear Politics, Polymarket y PredictIt. A lo largo de la semana, las cifras apenas han cambiado, aunque la probabilidad de victoria de Trump ha aumentado marginalmente de 44% a 45%.
A nivel nacional, Harris mantiene una ventaja de tres puntos en las encuestas, pero esa diferencia es insignificante en los Estados decisivos, donde los márgenes son mucho más estrechos. La demócrata cuenta con 226 votos electorales probables o seguros, mientras que Trump tiene 219. El resultado final depende de siete Estados clave que suman 94 votos electorales y donde cualquier pequeño cambio podría alterar el panorama.
En esos Estados, Harris lidera en Míchigan, Wisconsin, Pensilvania y Nevada, mientras que Trump tiene una ventaja en Arizona, Georgia y Carolina del Norte. Sin embargo, los márgenes son tan ajustados que un error común en los sondeos podría inclinar cualquiera de los Estados hacia uno u otro candidato, haciendo la elección altamente impredecible.
Mientras tanto, los movimientos en las encuestas de los Estados clave han sido mínimos. Trump ha mostrado leves avances en Arizona, Georgia y Carolina del Norte, mientras que Harris mantiene su liderazgo en los otros Estados cruciales que podrían otorgarle la victoria. Con solo semanas restantes antes del día de la elección, las predicciones muestran una carrera que sigue demasiado ajustada para anticipar un ganador claro.
Esta situación refleja la complejidad del sistema electoral estadounidense, donde no solo importa el voto popular, sino también el desempeño en los Estados que reparten sus votos electorales de manera individual. Cualquier fluctuación en las encuestas en estos Estados podría ser determinante en el resultado final de la elección.
