Terror y violencia sacuden Chilpancingo tras decapitación de su alcalde

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Chilpancingo amaneció este lunes sumido en el miedo y la indignación tras el brutal asesinato de su alcalde, Alejandro Arcos Catalán, decapitado por el crimen organizado menos de una semana después de asumir el cargo. La cabeza del político de 43 años fue encontrada sobre una camioneta blanca, estacionada en la carretera que conecta Chilpancingo con Tixtla, mientras su cuerpo, cubierto con una sábana, yacía en el interior del vehículo. La noticia provocó conmoción a nivel nacional y dejó en evidencia la creciente impunidad con la que el narcotráfico opera en Guerrero.

El trágico desenlace no fue del todo inesperado. Apenas el jueves anterior, Francisco Gonzalo Tapia, secretario general del Ayuntamiento y mano derecha de Arcos, fue asesinado a tiros en pleno centro de la ciudad. Un día después, el alcalde solicitó al Gobierno de Guerrero que reforzara su seguridad, preocupado por los riesgos que enfrentaba en el ejercicio de su cargo. Sin embargo, la ayuda nunca llegó.

“Esto sobrepasó todos los límites”, denunció Alejandro Moreno, líder del PRI, en una entrevista radial, calificando el crimen como un “acto terrorista”. El asesinato de Arcos Catalán se suma a una larga lista de homicidios políticos en Guerrero, uno de los estados más afectados por la violencia del narcotráfico. En los últimos meses, al menos 17 aspirantes y funcionarios han sido asesinados en el estado, en lo que parece ser una guerra no solo entre cárteles, sino también contra quienes se resisten a sus demandas.

El domingo, tras el hallazgo del cuerpo del alcalde, la gobernadora Evelyn Salgado condenó enérgicamente el crimen y ordenó aumentar los operativos de seguridad en la capital estatal. Sin embargo, la Fiscalía estatal emitió un escueto comunicado, sin mencionar el nombre ni el cargo de la víctima. Por su parte, la presidenta Claudia Sheinbaum señaló que se estaba analizando la posibilidad de que la Fiscalía General de la República atraiga la investigación.

El asesinato de Arcos Catalán no es un caso aislado. Apenas el 27 de septiembre, Ulises Hernández, capitán del Ejército y posible titular de Seguridad de Chilpancingo, fue acribillado en la misma carretera, lo que desató temores sobre la capacidad de las autoridades para frenar la violencia. La situación en Guerrero es crítica: el narco ha impuesto su ley y muchos políticos viven bajo constante amenaza.

La brutalidad de este asesinato no tiene precedentes en la política de Chilpancingo. Ningún alcalde en funciones había sido ejecutado de manera tan cruel y pública. El obispo de la ciudad, José de Jesús González, pidió a la población unirse en oración y ayuno, invocando a la Virgen de Guadalupe para poner fin a la violencia. A pesar de estos llamados, el ambiente en la ciudad sigue siendo de incertidumbre y temor.

Mientras la familia de Arcos Catalán se mantiene en el silencio, su esposa Sandy Solís publicó un emotivo mensaje en redes sociales, recordando a su marido como un hombre dedicado al servicio y a su comunidad. “Su legado será siempre un faro de esperanza y unidad”, escribió.

En tanto, Gustavo Alarcón, suplente de Arcos, se perfila como el próximo presidente municipal, aunque se especula que podría renunciar al cargo ante el miedo y la presión del narcotráfico. Mientras tanto, la población de Chilpancingo vive bajo el temor de que las autoridades no puedan detener la ola de violencia que azota la región.

El asesinato de Arcos Catalán es un recordatorio de la frágil situación de seguridad en Guerrero y de la peligrosa realidad que enfrentan los funcionarios en un estado donde el crimen organizado no solo amenaza, sino que actúa con impunidad.

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