Culiacán: Entre el Miedo y la Violencia

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Culiacán, Sinaloa. La calma de Culiacán, una ciudad marcada por la huella del narcotráfico, se ha convertido en un ecosistema de terror y desasosiego tras la detención de dos de sus figuras más prominentes: Ismael “El Mayo” Zambada y Joaquín Guzmán López. Desde el 9 de septiembre, el aire se ha cargado de tensión, y lo que solía ser un fenómeno pasajero de violencia se ha transformado en un ciclo interminable de enfrentamientos entre facciones del Cártel de Sinaloa.

Los residentes, acostumbrados a días esporádicos de violencia, ahora enfrentan un mes de terror sin precedentes. Las calles, que antes respiraban una rutina marcada por la presencia del crimen organizado, se han convertido en un campo de batalla donde las charlas por celular pueden sellar sentencias de muerte. Hombres armados detienen a jóvenes en plena vía pública, revisan sus teléfonos y, al encontrar un contacto indebido, desatan una cadena de secuestros y desapariciones.

Ismael Bojórquez, un periodista local con décadas en la trinchera, refleja el miedo palpable que se ha apoderado de la ciudad. “No puedes salir… a cinco minutos de la ciudad. Hay retenes de narcos que te paran y te revisan el celular”, comenta, describiendo una vida cotidiana ahora condicionada por el temor. El caso del hijo de un fotógrafo local, secuestrado junto a sus amigos por un simple contacto en el teléfono, ilustra la barbarie que ha ganado terreno en Culiacán.

Antes, la violencia solía ser un susurro en el viento, un aviso a los ciudadanos de que debían resguardarse al ver convoyes de camionetas a toda velocidad. Pero la historia cambió drásticamente con la detención de Zambada y Guzmán López, en una secuencia de eventos que estalló tras el secuestro del primero por parte del segundo. Esta ruptura dentro del cártel ha desencadenado una lucha violenta por el poder, cuyas repercusiones se sienten en cada rincón de la ciudad.

El crimen ha evolucionado. Los pistoleros, antes enfocados en robar vehículos de lujo para sus operaciones, ahora buscan automóviles comunes que les permitan pasar desapercibidos. Un día cualquiera, el sonido de clavos doblados reventando neumáticos puede ser el último aviso antes de que un conductor sea capturado y llevado a un destino incierto. El Consejo Estatal de Seguridad Pública reporta un promedio alarmante de seis asesinatos y siete secuestros diarios en Culiacán.

La ciudad, que un día pudo jactarse de su relativa tranquilidad, ahora se enfrenta a una realidad sombría. Un tiroteo en 2019 fue solo un presagio de lo que vendría; ahora, el eco de disparos resuena con frecuencia. Activistas como Estefanía López han intentado movilizar a la población para marchar por la paz, pero el miedo se cierne sobre los ciudadanos, limitando la respuesta social a la violencia.

La reacción del gobierno ha sido agridulce. La presidenta Claudia Sheinbaum ha intentado deslindar responsabilidades, señalando a Estados Unidos por permitir la captura de los capos, una afirmación que muchos consideran un intento de ocultar la realidad de un problema que ha estado latente durante años. Mientras tanto, el ejército ha tomado las calles, pero la confianza de la población en las fuerzas armadas es escasa.

A medida que los negocios locales cierran sus puertas y la vida cotidiana se paraliza, la situación económica se deteriora. Según Laura Guzmán, líder de la cámara de restaurantes local, casi 180 establecimientos han cerrado desde el inicio de la violencia desatada, poniendo en riesgo miles de empleos.

Para quienes buscan un escape temporal, Mazatlán, a solo dos horas y media, ya no es una opción segura, tras el reciente secuestro de turistas por parte del cártel. Quienes pueden permitírselo optan por huir en avión, pero la mayoría se queda atrapada en una ciudad que ya no es la que solía ser.

Culiacán, una vez entrelazada con las raíces del narcotráfico, ahora enfrenta un futuro incierto, marcado por la violencia y el miedo que ha transformado su esencia. La pregunta que queda en el aire es si habrá algún camino de regreso a la normalidad, o si la sombra del cártel ha llegado para quedarse.

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