En medio del imponente salón de la Cumbre de los BRICS+, en Kazán, se respiraba tensión cuando Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina, tomó la palabra. Era el 24 de octubre de 2024, y el conflicto entre Israel y Palestina, una herida abierta por décadas, ocupaba nuevamente un lugar central en la agenda internacional. Abbas, con voz firme y mirada resuelta, lanzó una acusación que resonó como un eco en la sala: Israel, dijo, se ha propuesto “vaciar” de palestinos la Franja de Gaza.
El silencio que siguió a sus palabras era casi palpable. Abbas no hablaba solo de un conflicto militar. Comparó la actual tragedia de su pueblo con la Nakba de 1948, cuando cientos de miles de palestinos fueron expulsados de sus hogares con la creación del Estado de Israel. La Nakba, “catástrofe” en árabe, es una palabra cargada de dolor y memoria histórica para los palestinos, y el uso de este término en un foro internacional no fue casualidad.
“Los palestinos llevan más de un año sufriendo la mayor catástrofe desde 1948”, afirmó con determinación ante la mirada atenta de líderes mundiales. En la cumbre, presidida por el mandatario ruso, Vladimir Putin, Abbas no solo habló del sufrimiento pasado, sino de un presente oscuro. Señaló directamente a Israel, acusándolo de genocidio y limpieza étnica en el norte de Gaza, donde, según él, el objetivo es desalojar a la población palestina de sus hogares. Las imágenes de casas destruidas y familias desplazadas que inundaban los medios internacionales parecían darle respaldo.
El salón, que hasta hace unos minutos estaba lleno de diplomacia y protocolo, ahora parecía más cargado de emociones que de formalidades. Las cámaras enfocaban los rostros de otros líderes presentes. Abbas no era el único que traía consigo denuncias y demandas. El presidente de Irán, Masud Pezeshkian, siguió la línea de crítica, dirigiéndose directamente a la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Según Pezeshkian, la ONU ha sido “ineficaz” en su respuesta al conflicto en Oriente Medio, incapaz de frenar la violencia que ha dejado miles de víctimas.
Sentado en la misma sala, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, escuchaba estas palabras con aparente compostura, pero el desafío lanzado por Pezeshkian quedaba en el aire: la credibilidad de la ONU estaba siendo cuestionada frente a la mirada de todo el mundo. ¿Qué papel juega la organización en una crisis que parece no tener fin?
Abbas no solo lanzó acusaciones; también hizo un llamado urgente a la comunidad internacional. Instó a poner fin a la ofensiva militar israelí y a los ataques que, según él, apuntan indiscriminadamente contra la población civil en Gaza. “Lograr justicia para el pueblo palestino es la prueba más importante que tiene el mundo ahora”, afirmó con énfasis. Sus palabras eran tanto una súplica como una advertencia. En los pasillos, los diplomáticos murmuraban, conscientes de la magnitud de lo que acababan de escuchar.
El escenario global está en plena transformación, y la Cumbre de los BRICS+ ha sido el espacio donde estas tensiones, antiguas pero renovadas, han encontrado voz. Mientras Abbas terminaba su intervención, el eco de sus palabras continuaba resonando, no solo en el salón, sino en las discusiones que seguirían fuera de cámaras.
La situación en Gaza, lejos de ser un tema aislado, estaba ahora en el centro de atención de las potencias emergentes y del sistema multilateral. La incógnita, sin embargo, seguía siendo la misma: ¿podría la comunidad internacional responder al llamado de Abbas y detener la tragedia en curso?