Para Joan Manuel Serrat, premio princesa de Asturias

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Un canto a la libertad desde el escenario del Premio Princesa de Asturias

Oviedo amaneció con un brillo especial, como si la ciudad misma quisiera rendir homenaje a quienes hoy se alzan en nombre del arte, la justicia y la humanidad. En el histórico teatro Campoamor, el telón se levantó para recibir a una de las voces más queridas de la música y la poesía, Joan Manuel Serrat, quien esta vez no cantaría, sino que hablaría en nombre de la libertad y los sueños compartidos.

Con paso sereno y palabras profundas, Serrat recogió el Premio Princesa de Asturias de las Artes de manos de la princesa Leonor, quien a su lado representaba no solo una generación de esperanza, sino la herencia de quienes, como Serrat, se han negado a ser meros espectadores de un mundo convulso. En su discurso, Serrat recordó a los maestros que le enseñaron el poder de la palabra y a todos aquellos para quienes sus canciones se han convertido en bandera. Sin ocultar su desencanto por las injusticias y la falta de respuesta colectiva ante las atrocidades contemporáneas, habló de la necesidad de ser solidarios y mantener viva la llama de la democracia. “No quiero ser testigo pasivo de un mundo hostil, insolidario y contaminado”, declaró, en palabras que resonaron como una súplica y una advertencia.

Entre los galardonados, la ilustradora y cineasta Marjane Satrapi hizo un llamamiento similar, evocando la esencia de la humanidad. Sus palabras sobre la educación fueron una invitación a repensar los valores que, en un mundo apresurado, corren el riesgo de quedar relegados. “El verdadero éxito está en el humanismo”, expresó, recordándonos que el legado que construimos no es solo para nosotros, sino también para quienes vendrán después.

A la voz de Serrat y Satrapi se unió la del filósofo canadiense Michael Ignatieff, laureado en Ciencias Sociales, quien alentó a resistir ante la manipulación de las mentes y de las palabras. En su intervención, llamó a todos a defender la libertad en una época en la que la verdad parece desdibujarse en el torbellino de mentiras y medias verdades. A su vez, la poeta rumana Ana Blandiana, galardonada en la categoría de Letras, habló desde la ternura de las palabras que, como bálsamo, sanan a una sociedad herida.

Este día, la princesa Leonor asumió también un protagonismo especial al cumplir una década como presidenta honorífica de la fundación y celebrar su mayoría de edad. Su figura, firme y atenta, parecía captar la esencia de cada discurso, escuchando no solo como la heredera de una corona, sino como una joven que encarna las esperanzas de quienes hoy claman por un mundo más justo.

El acto concluyó, y una ovación profunda llenó el Campoamor, pero el eco de las palabras pronunciadas hoy persistirá en el tiempo. Desde el arte, la ciencia y el pensamiento, cada premiado dejó una huella, un recordatorio de que, incluso en tiempos oscuros, existen quienes se aferran a los principios que hacen grande a la humanidad. Serrat, Ignatieff, Satrapi, Blandiana, y cada galardonado, ofrecieron hoy algo más que discursos: ofrecieron una luz para seguir buscando, a través de la belleza y la verdad, el mejor destino para todos.

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