MANDAR OBEDECIENDO

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Doña Sofía entró a la cocina con una olla en sus manos. El humo del caldo se paseaba con la mirada de la señora, recorriendo el espacio del fogón. Ella levantó levemente sus cejas al mirar a cada uno de nosotros.
-Ustedes necesitan un caldito de pollo para que no les entre el frío- nos dijo.
Miré a Diego con sus piernas casi enroscadas, como si sus muslos y entrepiernas se buscaran para darse calor en esta mañana fría. Se levantó para ponerse una chamarra y alcance a mirar que las costillas sobresalían en su cuerpo. Lo vi muy delgado.

  • ¿Te sientes bien, Diego?
    -Sí, me dijo. -Al momento preguntó: -¿por qué lo dices?
    No alcancé a responder, pues doña Verónica puso frente a mí un vaso a medio llenar. Es agua con jengibre rayado, me dijo, para que su corazón no se canse en la montaña. Agradecido me lo tomé y le dije a Diego
    -No te llenes mucho, porque a donde vamos, nos van a invitar a comer y no quisiera que se sintieran rechazados porque ya vamos bien barrigones
    Hubo caldo para todos. Lo comimos con tortillas de maíz recién molido y las señoras de la casa, nos sorprendieron con un café tostado con leña de encino, con una pizca de canela, que se debe de echar, cuando el café se quiebra como cristal. Fue difícil para los dos limitarse ante la generosidad de la familia de Marino.
    Con sus ojos, que hablaban más que su boca, llegó Rufino a la cocina. Apurado tomó su caldo y su café. Ansioso nos hablaba. Venía de la tienda que hasta hoy le siguen llamando conasupo y quería alcanzarnos por una urgencia. Dio un sorbo espaciado de café para relajar la tensión que traía. El hambre la había sepultado a cucharadas de caldo con tortillas.
    -La gente del pueblo quiere que tomes videos de una asamblea comunitaria- me dijo, con la taza entre las manos.
    Estábamos en el mes de julio, cuando el maíz apenas está en crecimiento en esta parte de Nashinandá. La cosecha es hasta octubre. Para hacer las tortillas en esta temporada, las familias recurren al grano que alcanzaron almacenar. Pero esto sólo ocurre en unos cuantos casos y la mayoría de las familias se mira obligada a comprar el maíz en la tienda de la conasaupo o, más caro, en las particulares.
    La revuelta de la comunidad de Ihualeja, se debió a que existía desabasto en la tienda encargada de la distribución del grano. Ello representaba un problema para el encargado. Un año atrás, Rufino fue designado por la comunidad como el responsable de atender la tienda de Diconsa. Y ahora, ante la escasez del grano, fue el que convocó a la asamblea comunitaria, porque sin maíz, el hambre estaba corriendo rápido por las familias de la cordillera.
    Los representantes de las comunidades se reunieron en una especie de auditorio. Techado con láminas que protegían de la lluvia, el almacén estaba lleno de bancas largas, de madera, con cuatro o cinco sentados en cada una de ellas. En el medio, se puso a la mesa de los responsables ante la comunidad. Rufino estaba ahí. Fue quien lanzó la pregunta al director de Diconsa de la región de por qué no surten maíz.
    El funcionario, radicado en Teotitlán El Camino de Flores Magón, no tuvo más remedio que apegarse al cuadernito de la dependencia. Y por más esfuerzos que hizo por explicar que para surtir maíz, la gente tiene que comprar productos de abarrotes, nadie le quiso entender. Al contrario, la explicación fue como regar pólvora en la pradera.
    -Cómo quieren que compremos productos de abarrotes si a veces ni para comprar maíz tenemos- se escuchó una voz del fondo del auditorio.
    Más allá, una mujer encorvada, sosteniéndose en un palo de pino al grosor de su puño, como bastón, que golpeaba cada vez que daba un paso, le dijo: Llueve mucho, todos los días, y no hay jornales. Sus ojos hablaban más que eso. Miraban con angustia porque resentía alimentar con hierbas y plantas del monte a la familia. El sólo hecho de verse sin maíz en casa, provocaba una indignación que lo expresaba con sus ojos color de tierra.
    Es costumbre del pueblo que niños y niñas, desde los 12 años, trabajen en la milpa de la familia, o bien, se empleen como jornaleros en los cultivos de otras familias, explicó un campesino. Vestía con ropa de manta, de algodón puro, ya manchados por la arcilla formada por la lluvia y con parches en rodillas y nalgas. Pero de qué sirve -dijo- que podamos trabajar desde los 12 años si no hay trabajo. Las labores del campo se suspenden casi todos los días, por las lluvias que cae en todo el año.
    El funcionario respondía con malabares para explicar la fórmula que existe en esta dependencia para distribuir el maíz. Dijo: Si la gente quiere maíz en la tienda Diconsa, deben comprar en un porcentaje igual productos de abarrotes.
  • ¿Qué no entiende que no hay dinero para comprar maíz? le gritó otra persona, que argumentó que él ya había sido responsable de la tienda Diconsa del pueblo. Y un desabasto como este no había pasado, le remató.
    Los representantes de la comunidad empezaron a sentir que no había avance en el diálogo. Y como balas echadas a la lumbre, significó la llegada de un troque que tiene la capacidad de cargar hasta 20 toneladas. Llegó a Ihualeja lleno de costales con maíz. El sello de SEGALMEX-Diconsa en el camión, trajo un cierto alivio en la asamblea. Por fin, pensaron, viene el maíz. Hasta sintieron que la llegada de ese camión lleno de grano, era un logro del poder de la comunidad.
    Pero todos se quedaron mirando sorprendidos, cuando la unidad de esta dependencia se fue de largo y se estacionó por fuera de una tienda particular. Las personas del troque bajaron como diez sacos de la unidad y los metieron al negocio. Luego siguieron hasta llegar a otra tienda particular. Procedieron igual y así se fueron sin dejar un grano de maíz en la tienda Diconsa de Ihualeja.
    El hecho, cambió de rumbo la dirección de la asamblea comunitaria. La indignación se patentizó en cada uno de los que hablaron y decidieron acabar con el diálogo y empezar con las acciones. Acordaron desconocer al enviado de Diconsa y acudir con la autoridad municipal de Mazatlán Villa de Flores para solicitarle el apoyo.
    La asamblea le encomendó a Rufino que acudiera con el presidente municipal, quien fue elegido en base a los usos y costumbres del pueblo mazateco. Me pidieron que acompañara a Rufino para apoyarlo y de esta forma, la visita que teníamos programada con dos grandes amigos, tuvo la particularidad de ir también en apoyo a la comunidad de Ihualeja.

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