Mientras el presidente Donald Trump anuncia con retórica beligerante una posible invasión a Gaza, las sombras de la noche en Estados Unidos revelan una realidad que contradice cualquier discurso de grandeza nacional. Las calles de las principales ciudades estadounidenses están cada vez más pobladas por personas sin hogar, un fenómeno que no hace sino profundizar las cicatrices de un sistema que prioriza el beneficio de unos pocos sobre el bienestar colectivo. En 2024, el número de personas sin techo aumentó casi un 20%, y entre ellas, al menos 150,000 son niños, un escalofriante incremento del 33%. Las familias con menores en situación de calle crecieron aún más, con un alarmante 39% en comparación con años anteriores.
Este desolador panorama expone las grietas de un modelo que promete prosperidad pero entrega precariedad. En lugar de resolver los problemas internos que asfixian a su propia población, el gobierno redirige sus recursos y atención hacia intervenciones externas, justificadas bajo narrativas de seguridad o superioridad moral. La lógica es clara: mientras se bombardean naciones empobrecidas, culpabilizándolas por conflictos que muchas veces tienen raíces en decisiones externas, las injusticias dentro de casa quedan invisibilizadas, normalizadas como parte inevitable del orden establecido.
La conexión entre ambos escenarios no es casual. El mismo sistema que permite que miles de familias duerman en carpas o bajo puentes también encuentra justificaciones para intervenir militarmente en países devastados, perpetuando un ciclo de desigualdad global. La miseria no es un accidente, sino una consecuencia directa de políticas que concentran riqueza en manos de unos pocos, mientras sacrifican a las mayorías tanto dentro como fuera de las fronteras nacionales.
¿Qué clase de sociedad permite que sus niños crezcan en las calles mientras gasta millones en guerras lejanas? ¿Cómo puede un país que no garantiza vivienda básica pretender exportar modelos de “progreso”? Estas preguntas desnudan las contradicciones de un sistema que se sostiene sobre la explotación y la exclusión. Mientras tanto, los discursos triunfalistas buscan distraernos de la verdad: la verdadera amenaza no está en Gaza, sino en nuestras propias calles, donde el abandono humano se ha vuelto la norma.