La política mexicana vivió un giro inesperado este martes cuando Miguel Ángel Yunes Márquez, expanista y excandidato a la gubernatura de Veracruz, anunció su afiliación al partido Morena, el movimiento fundado por el expresidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Este acto ha generado una ola de controversias, especialmente entre los militantes del estado de Veracruz, donde la figura de los Yunes ha sido históricamente asociada con enfrentamientos políticos y acusaciones de corrupción.
La noticia no solo sorprendió por tratarse de un cambio radical de bando político, sino también porque pone en evidencia las tensiones internas dentro de Morena. Una de las voces más críticas fue la de Rocío Nahle García, actual Gobernadora de Veracruz y una de las fundadoras del partido en el poder. Nahle, quien durante la última campaña electoral sufrió ataques sistemáticos por parte de la familia Yunes, calificó la incorporación de Yunes Márquez como una afrenta a los principios del Movimiento de Regeneración Nacional.
“Miguel Ángel Yunes Márquez no representa los postulados de Morena”, escribió Nahle en su cuenta de X (antes Twitter), señalando que su pasado está marcado por actos de violencia política y corrupción. La Gobernadora hizo un llamado a la Comisión de Honestidad y Justicia del partido para rechazar su membresía, argumentando que aceptar a figuras como Yunes sería traicionar la confianza de los militantes veracruzanos.
El caso adquiere mayor relevancia si se considera el historial de la familia Yunes en Veracruz. Su padre, Miguel Ángel Yunes Linares, exgobernador panista y actual Senador de la República, es conocido por sus duras críticas contra AMLO. En 2018, mientras ocupaba el cargo de gobernador, Yunes Linares llegó a referirse al entonces candidato presidencial como “loco y vividor del sistema”. Su hijo, Yunes Márquez, también ha sido protagonista de descalificaciones similares hacia el expresidente y los ideales de Morena.
Sin embargo, la decisión de abrirle las puertas a Yunes Márquez parece estar impulsada desde la dirigencia nacional de Morena. Durante una ceremonia en el Senado, encabezada por Luisa María Alcalde, presidenta nacional del partido, se formalizó la incorporación de varios senadores provenientes de otros partidos, incluyendo figuras como Gerardo Fernández Noroña y Alejandro Murat. Alcalde aseguró que la solicitud de afiliación de Yunes Márquez será analizada por la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia, dejando abierta la posibilidad de que su incorporación sea rechazada.
Mientras tanto, la respuesta en Veracruz ha sido contundente. Militantes locales de Morena emitieron un comunicado en apoyo a Nahle, señalando que el partido “no es un refugio para quienes han representado el abuso de poder, la corrupción y la traición a los principios de la Cuarta Transformación”. Salomón Jara Cruz, Gobernador de Oaxaca, también respaldó a Nahle y criticó la incorporación de figuras como Yunes Márquez y Alejandro Murat, a quienes acusó de representar todo lo contrario a los valores del movimiento.
Este episodio pone en evidencia las tensiones entre la dirigencia nacional de Morena y las bases locales, especialmente en estados como Veracruz, donde el legado de los Yunes sigue siendo profundamente polarizante. Para muchos, aceptar a Yunes Márquez significaría normalizar prácticas que contradicen los principios de honestidad y justicia que definen al partido. Sin embargo, para otros, esta estrategia podría interpretarse como un intento por consolidar alianzas estratégicas y ampliar la base de apoyo del partido.
En medio de este debate, Morena celebra la incorporación de más de un millón 300 mil nuevos militantes y se prepara para alcanzar su meta de 10 millones de afiliados en los próximos meses. Sin embargo, la polémica generada por la posible integración de Yunes Márquez plantea preguntas sobre la coherencia ideológica del partido y su capacidad para mantenerse fiel a sus principios mientras busca fortalecerse como la fuerza política dominante en México.