Desde su retorno a la Casa Blanca, el presidente Donald Trump ha intensificado su cruzada proteccionista con una nueva medida que sacude al sector automotriz global: la imposición de aranceles del 25% a las importaciones de automóviles y camiones ligeros. Este anuncio, hecho el 26 de marzo, busca impulsar la fabricación nacional y generar miles de millones de dólares en ingresos para las arcas estadounidenses.
“Si construyes tu coche en Estados Unidos, no hay aranceles”, declaró Trump durante una conferencia de prensa. El mandatario aseguró que esta medida no solo fortalecerá la economía nacional, sino que también obligará a las empresas automotrices a reubicarse o expandir sus operaciones en territorio estadounidense. Sin embargo, su discurso fue acompañado de críticas hacia las empresas que, en décadas recientes, han trasladado sus instalaciones a países como México y Canadá, acusándolas de priorizar beneficios económicos sobre los trabajadores estadounidenses.
La medida entrará en vigor el 2 de abril, y según estimaciones oficiales, podría generar entre $600,000 millones y un billón de dólares en ingresos para EE.UU. en los próximos dos años. No obstante, el anuncio provocó una reacción inmediata en los mercados financieros. Las acciones de Ford Motor cayeron un 2%, las de General Motors un 2.3%, y las de Stellantis, propietaria de Jeep, un 3%. La incertidumbre se debe a que incluso los fabricantes estadounidenses dependen de componentes provenientes de todo el mundo, lo que podría incrementar sus costos operativos y reducir sus ventas.
México, el mayor proveedor de automóviles para EE.UU., representa aproximadamente el 14% de todas las compras de vehículos en el país, seguido por Japón, Corea del Sur, la Unión Europea y Canadá. Estos aranceles no solo afectarán a marcas extranjeras, sino también a fabricantes estadounidenses como Honda, Hyundai, Kia, Nissan, Mazda, Subaru y Toyota, que utilizan al menos el 50% de sus piezas de proveedores internacionales.
Este movimiento forma parte de una estrategia más amplia de Trump para reestructurar las relaciones comerciales globales mediante la imposición de impuestos “recíprocos”. Estos aranceles coinciden con los cobrados por otras naciones, una medida agresiva que refuerza la guerra comercial iniciada durante su anterior administración. Además, los nuevos gravámenes se aplicarán justo antes del “Día de la Liberación” previsto para el 2 de abril, cuando prometió imponer una serie de aranceles adicionales a muchos de los principales socios comerciales de EE.UU., afectando una amplia gama de productos.
Para expertos, esta política tiene implicaciones más allá de la economía. Desde su regreso al poder el 20 de enero, Trump ha utilizado aranceles no solo para corregir déficits comerciales percibidos, sino también como herramienta para atraer inversión extranjera y reducir flujos migratorios o de fentanilo hacia EE.UU. Sin embargo, estas medidas plantean interrogantes sobre su impacto a largo plazo en las cadenas de suministro globales y las relaciones diplomáticas.
El sector automotriz es solo el comienzo de una transformación comercial que podría redefinir cómo las empresas operan en un mundo cada vez más interconectado.