Desconocido para muchos fuera de los círculos vaticanos, pero figura clave en la diplomacia del Vaticano, Dominique Mamberti es el actual cardenal protodiácono. En el eventual anuncio de un nuevo Papa, será él quien pronuncie desde el balcón de la Basílica de San Pedro el icónico “Habemus Papam”, que marca un antes y un después en la historia de la Iglesia. A sus 73 años, Mamberti se ha convertido en el cardenal diácono de mayor antigüedad desde octubre de 2024, alcanzando así este puesto simbólicamente poderoso, aunque no exento de responsabilidades litúrgicas y ceremoniales.
Su carrera ha sido larga y distinguida: nacido en Marruecos, criado en Córcega, con estudios de Derecho en Estrasburgo y Roma, Mamberti ha tejido una trayectoria diplomática notable. Fue nuncio en Sudán, Somalia y Eritrea, y desempeñó funciones clave en la Secretaría de Estado, donde representó al Vaticano en temas internacionales durante el papado de Benedicto XVI. En 2015, ya con el Papa Francisco, asumió como prefecto del Tribunal de la Signatura Apostólica, reforzando el control papal sobre la justicia vaticana tras el polémico retiro del cardenal conservador Raymond Burke.
Su perfil técnico y reservado contrasta con los debates que han rodeado algunas de sus declaraciones. En 2013, expresó su respaldo a la objeción de conciencia de empresarios cristianos en temas vinculados a la comunidad LGBTQIA+, lo que generó críticas por parte de asociaciones defensoras de derechos. Sin embargo, en 2009, durante una reunión con obispos ugandeses, Mamberti también habría condenado, en privado, una ley que criminalizaba la homosexualidad, indicando que estos temas deberían tratarse desde la moral, no desde lo penal.
Aunque su nombre no figura entre los favoritos para el próximo papado, su papel en el proceso lo coloca bajo los reflectores. Figura de equilibrio entre tradición y diplomacia, Dominique Mamberti representa a una Iglesia que, entre tensiones ideológicas y desafíos globales, busca un nuevo rumbo.