Hermosillo amaneció con el sonido agudo de los autos que trazaban su recorrido cotidiano por calles llenas de historias. El sol, siempre brillante en el cielo sonorense, iluminaba las sombras de un debate en curso, donde las viejas tradiciones del hospedaje parecían desvanecerse frente a la arremetida de las plataformas digitales.
Rubén González Aguayo, diputado del Partido del Trabajo y oriundo de Puerto Peñasco, tomó el estrado en una sesión legislativa donde las palabras tenían el peso de las decisiones que modelarían el futuro del turismo en Sonora. Con voz firme, propuso una reforma que resonaría en las habitaciones, no solo de los grandes hoteles de Hermosillo, sino también en los rincones más remotos y acogedores donde las plataformas de hospedaje digital habían echado raíces.
Bajo la luz de su propuesta, las leyes de Turismo, Salud, Protección Civil, Servicios Inmobiliarios y Medio Ambiente se entrelazaban como los hilos de un tapiz complejo, buscando crear un marco regulatorio que alcanzara a todos. Su propósito era claro: garantizar que los servicios digitales no quedaran al margen de la seguridad y las responsabilidades, al tiempo que ofrecían una competencia justa con los hospedajes tradicionales.
En el eco del recinto, González Aguayo habló de padrones: un registro de anfitriones, de plataformas tecnológicas, que permitirían supervisar de cerca a quienes, desde la comodidad de una aplicación, ofrecían su hogar a extraños. “Debemos exigir”, dijo, “que los usuarios conozcan cada detalle de su estancia: precios, reglas, contacto inmediato ante una emergencia”. El lenguaje burocrático se volvió cercano, tangible, como una señal de auxilio colgada en la pared de una casa alquilada por turistas.
La reforma, sin embargo, aguardaba. Las comisiones legislativas debían ser consultadas, y en los pasillos del Congreso, la propuesta quedaba temporalmente reservada, como si el destino del turismo digital en Sonora dependiera de una espera paciente, un instante más en este capítulo por escribir.
En ese amanecer de septiembre, mientras Hermosillo seguía latiendo bajo el sol implacable, el futuro del hospedaje en la región se delineaba, entre nuevas reglas y antiguas costumbres, mientras las palabras de González Aguayo se desvanecían en el aire, cargadas de promesas de equilibrio y justicia.