Donald Trump, en su primera visita al Capitolio como presidente electo, mostró su estilo desafiante, insinuando que podría ser tan exitoso en su mandato que el Congreso podría permitirle buscar un tercer periodo, pese a que la Constitución lo prohíbe actualmente. Durante su encuentro con legisladores republicanos, fue ovacionado tras declarar: “¿No es bonito ganar?”, y sugirió que su éxito podría requerir cambios legales.
Tras una reunión protocolaria en la Casa Blanca con el presidente Joe Biden, en la que ambos se comprometieron a una transición pacífica, Trump continuó delineando un gabinete que ha sorprendido tanto a aliados como a críticos. Nombró a figuras controversiales como Marco Rubio como secretario de Estado y al congresista Matt Gaetz, involucrado en diversas polémicas, como Procurador General, quien tendrá la misión de “limpiar” el Departamento de Justicia.
Acompañado por Elon Musk, quien recientemente fue designado como líder del nuevo “Departamento de Eficiencia Gubernamental”, Trump afirmó su compromiso de recortar drásticamente el gasto público, aunque economistas advierten que sus metas son irrealizables. Musk y Trump se han vuelto cercanos, compartiendo una visión de recortes y eficiencia que ya genera controversia en Washington.
Destaca también la selección de Pete Hegseth como secretario de Defensa, un comentarista de Fox News con posiciones radicales y una agenda que mezcla religión y política exterior, lo que podría dificultar las relaciones con aliados internacionales. Además, la nominación de figuras como el exgobernador Mike Huckabee como embajador en Israel refuerza una línea ultraconservadora y cristiana en la política exterior estadounidense.
En medio de nombramientos y promesas de cambio radical, Trump ha dejado claro que su regreso a la Casa Blanca trae consigo una visión que desafía normas y expectativas, mientras sus designaciones y proyectos siguen generando debate y escepticismo en Estados Unidos y el mundo.